¿EN QUÉ CONSISTE LA «OPERACIÓN OSCURA» CON LA QUE UCRANIA ESTÁ CONTRAATACANDO A RUSIA?

Hugo Marugán. 04 nov. 2025

Soldados de Ucrania

Ataques y contraataques. Esa es la historia de las guerras en general y, por supuesto, la de Ucrania en particular. El conflicto, que en unos pocos meses cumplirá su cuarto aniversario, se ha intensificado en las últimas semanas, pues mientras las tropas de Kiev resisten como pueden en la estratégica ciudad de Pokrovsk, en el Donbás, la cúpula militar busca responder y ha activado una campaña de sabotajes y ataques con drones contra la infraestructura energética rusa.

Bautizada por los propios analistas ucranianos como la ‘Operación Oscura’, Ucrania quiere que la población rusa sufra en sus carnes algo que ellos mismos llevan padeciendo meses. A saber, apagones constantes, estaciones eléctricas destruidas y noches sin calefacción ahora que se acerca el frío invierno. Para ello, Kiev busca golpear las infraestructuras que sostienen la vida y la economía rusas.

Solo en la última semana, saboteadores del Servicio de Inteligencia ucraniano (GUR) volaron el oleoducto Koltsevoy en tres puntos distintos, provocando un incendio enorme que dejó sin suministros a ciertas partes de la región de Moscú. En paralelo, también atacaron subestaciones eléctricas en varias provincias y lograron hacer descarrilar trenes de combustible en lugares como Murmansk.

Es una operación conjunta y estudiada, pues mientras los agentes operan sobre el terreno, una flota de drones prolonga la ofensiva desde el aire. En solo unos días, cerca de 15 instalaciones eléctricas rusas han sido alcanzadas por vehículos no tripulados o misiles guiados de fabricación ucraniana. La ubicación también es clave, pues lograron atacar nodos como el de Zhukovsky, la región de Krasnodar, el puerto petrolero de Tuapse o la megaplanta de Saratov, una de las refinerías más importantes del país y que fue alcanzada de nuevo este lunes, obligando a suspender parte de la producción que abastece al Ejército ruso.

De esta manera, Ucrania busca colocar al presidente ruso, Vladimir Putin, en la encrucijada de redoblar la presión militar ahora que se encuentran cerca de una victoria esencial en el Donbás, o retroceder para proteger el bienestar de su población. En los últimos días, Moscú ha desplegado baterías antiaéreas y ha improvisado unidades móviles adaptadas para derribar drones, pero la superficie a cubrir es tan gigantesca que es imposible estar a la vez en todas partes.

Uno de los objetivos que pretende el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, es que estos ataques afecten en el día a día de la población rusa, creando un clima de tensión y desgaste que pueda hacer temblar a Putin. Solo en los últimos días se han producido interrupciones eléctricas en centros comerciales, hospitales y sistemas de transporte en la región de Moscú o unos retrasos en el tráfico aéreo que dejaron este fin de semana a cientos de personas atrapadas en la ciudad de Sochi. Mientras tanto, las estaciones de servicio muestran problemas de abastecimiento por el daño a oleoductos, y la reducción de exportaciones presiona el precio del combustible y de bienes básicos en el vasto interior de Rusia.

Pese a que Moscú todavía dispone de un abundante arsenal –solo en el mes de octubre lanzó unos 270 misiles de largo alcance y más de 5.000 drones Shahed–, en Kiev saben que su capacidad logística depende de refinerías, puertos y redes eléctricas que están expuestas en un territorio imposible de blindar al completo.

A pesar de la negativa del presidente estadounidense, Donald Trump, a suministrales misiles Tomahawk –algo que el Pentágono había aprobado previamente–, Ucrania busca victorias que igualen el tablero y amplien los focos a los que Rusia debe prestar atención. Con el Donbás al límite, la esperanza de dejar a Rusia a oscuras es la situación a la que se agarran para seguir aguantando en la guerra que ni Trump puede detener.

Solo en la última semana, saboteadores del Servicio de Inteligencia ucraniano (GUR) volaron el oleoducto Koltsevoy en tres puntos distintos, provocando un incendio enorme que dejó sin suministros a ciertas partes de la región de Moscú. En paralelo, también atacaron subestaciones eléctricas en varias provincias y lograron hacer descarrilar trenes de combustible en lugares como Murmansk.

Es una operación conjunta y estudiada, pues mientras los agentes operan sobre el terreno, una flota de drones prolonga la ofensiva desde el aire. En solo unos días, cerca de 15 instalaciones eléctricas rusas han sido alcanzadas por vehículos no tripulados o misiles guiados de fabricación ucraniana. La ubicación también es clave, pues lograron atacar nodos como el de Zhukovsky, la región de Krasnodar, el puerto petrolero de Tuapse o la megaplanta de Saratov, una de las refinerías más importantes del país y que fue alcanzada de nuevo este lunes, obligando a suspender parte de la producción que abastece al Ejército ruso.

Pese a que Moscú todavía dispone de un abundante arsenal –solo en el mes de octubre lanzó unos 270 misiles de largo alcance y más de 5.000 drones Shahed–, en Kiev saben que su capacidad logística depende de refinerías, puertos y redes eléctricas que están expuestas en un territorio imposible de blindar al completo.

A pesar de la negativa del presidente estadounidense, Donald Trump, a suministrales misiles Tomahawk –algo que el Pentágono había aprobado previamente–, Ucrania busca victorias que igualen el tablero y amplien los focos a los que Rusia debe prestar atención. Con el Donbás al límite, la esperanza de dejar a Rusia a oscuras es la situación a la que se agarran para seguir aguantando en la guerra que ni Trump puede detener.

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