La joven ha confesado a su amiga Luisa que lleva dos lunas sin sangrar
La noticia de la confirmación del matrimonio entre Rafael y Úrsula tiene completamente sumida en una tristeza a Adriana, que esperaba que su enamorado anunciara todo lo contrario. Claro, que ella no es conocedora de las intenciones de su prima, y que esta tiene amenazado al hijo del duque con contar la relación que tienen si no se casa con ella. Adriana cree que hay algo más detrás del cambio de opinión de Rafael, y no anda mal desencaminada. Unas dudas que ha compartido con su amiga Luisa, a la que además le ha confesado que está embarazada. ¿Te has perdido el momento? ¡Te contamos los detalles!
«Estoy en cinta»
Luisa no sale de su asombro cuando Adriana le dice que está en cinta, y le hace todo tipo de preguntas. La mujer de don Julio le comenta que lo descubrió hace poco, y que lleva dos lunas en estado. «No mancho, tengo nauseas, un cansancio que necesito sentarme en cuanto me es posible, y no me soporto a mi misma», le explica la joven a su amiga. La cocinera de la Casa Pequeña solo es capaz de pronunciar: «Virgen santa».
Adriana le confirma a Luisa que el padre es Rafael: «Es el único hombre con el que he tenido intimidad». Ante esta confesión, la joven criada entiende el comportamiento que ha tenido la señora en los últimos días, pues lo mismo le pasó a ella cuando estuvo embarazada de Pedrito en los primeros días.
Luisa se interesa por cómo está Adriana, que dícese estar muerta de miedo. Ahora, esos miedos los puede compartir con su amiga, pues ni si quiera Bárbara conoce el estado de su hermana. «Tiene que pasar ahora, cuando Rafael vuelve al lado de Úrsula y me había prometido un futuro juntos. La cocinera le sugiere contárselo todo a don Julio para que se apoye en él, especialmente ahora que no cuenta con Rafael, y porque su hijo, a quien llamará padre, es a Julio Gálvez de Aguirre.
Las duras palabras de Adriana a Rafael
Después de confesar qué es lo que le tiene tan preocupada, Adriana reza en la capilla. En cambio, nada más ver que Rafael entra, intenta evitarle: «Será mejor que no hablemos ahora», le dice entre lágrimas. El joven se pregunta si no va a volver a dirigirle la palabra, algo a lo que la Salcedo de la Cruz está dispuesta. «Haberlo pensado antes de prometerme un futuro juntos», le dice.
Rafael le da la razón, y le pide perdón por el error que cometió. Él quiere seguir teniendo con ella una relación cordial, ya que tienen que vivir bajo el mismo techo. «No puedo más, no puedo con tus idas y venidas, estoy cansada, muy agotada, y no voy a soportar más desplantes ni traiciones por tu parte», le echa en cara una Adriana fuera de sí.
La desesperación se apodera de una Adriana que no es capaz de controlar sus emociones, llorando y gritando a un Rafael que se muestra compresivo con ella, y le pide que le cuente qué le ocurre. «Me ocurres tú. Me ocurren tus idas, tus venidas, tus mentiras, tu miedo, tu cobardía. Me ocurre que te espero y no llegas nunca. Me ocurre que conocerte es una de las cosas más dolorosas que me han pasado en la vida», termina diciéndole la joven.
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