El destino del conflicto entre EEUU e Irán pasa por el choque de personalidades entre Trump y Jamenéi. El norteamericano está convencido de que sólo él puede encarnar la grandeza de su nación y el iraní lleva 36 años ocupándose de que el régimen sobreviva a cualquier crisis
En la era de los autócratas en la que vivimos, el mundo contempla absorto lo que harán dos ancianos que mantienen un férreo control sobre sus países. Dos ancianos que no están acostumbrados a que se ignore su voluntad. Donald Trump, de 79 años, ha ordenado la destrucción de tres instalaciones de un programa nuclear en el que Irán ha invertido centenares de miles de millones de dólares. Alí Jamenéi, de 86 años, escondido en un búnker, debe sopesar sus siguientes pasos. No puede mostrar debilidad, pero corre el riesgo de que su respuesta, iniciada este lunes, provoque una reacción brutal de EEUU y que Israel continúe el proceso de demolición del Gobierno iraní.
Durante muchos años, Israel reclamó que EEUU utilizara contra el programa nuclear iraní la mayor bomba no nuclear con que cuenta en su arsenal. Una bomba antibúnker de trece toneladas con una cabeza explosiva de 2,7 toneladas. Era supuestamente el arma definitiva en el objetivo de destruir lo que esconde Fordo, un monte en el que las instalaciones subterráneas se encuentran situadas a cerca de cien metros de profundidad. Trump ha presumido que el éxito ha sido completo y que el objetivo ha sido “total y completamente arrasado”. Sin presentar pruebas. El jefe de las Fuerzas Armadas, el general Caine, no se ha mostrado tan rotundo.
Tan temerario como imprevisible, Trump ha anunciado hace unas horas un alto el fuego entre Israel e Irán, que es producto de su intervención y de la colaboración en la mediación del Gobierno de Qatar, y no de una iniciativa de los dos países beligerantes. Esta madrugada, Israel ha atacado varios objetivos en el norte de Irán matando a once personas. Un edificio de viviendas de la localidad israelí de Bersheva ha sufrido el impacto directo de un misil y se ha informado de cuatro muertes. El ministro de Defensa ha anunciado una respuesta contra “el corazón de Teherán”, con lo que aún es muy pronto para saber si la tregua sobrevivirá a este día.
Si la defensa de un país exige consistencia y determinación, Trump puede presumir de lo segundo, pero no de lo primero. EEUU exige a Irán que vuelva a la mesa de negociaciones, pero lo cierto es que Teherán no la había abandonado. Fue Israel quien creó una nueva situación al desencadenar una guerra aérea contra Irán a la que se ha unido Trump de forma directa con el ataque contra Fordo, Natanz e Isfahán.
A Trump le gustan las victorias y quizá por eso se ha dado prisa en promover una tregua. Había mostrado en semanas anteriores su apuesta por las negociaciones con las que llegar a un acuerdo con Teherán, quizá con la misma falta de realismo que cuando decía estar convencido de que pondría fin a la guerra de Ucrania en un corto espacio de tiempo. Según varios medios norteamericanos, cambió de posición cuando vio el éxito de la primera ronda de ataques israelíes que eliminaron a la cúpula militar iraní. La cobertura triunfalista de Fox News, que Trump consume todos los días, también dejó su huella en el presidente.
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