El barrio de El Paraíso, en El Paso, fue el primero en caer. El volcán de Cumbre Vieja sepultó hace un año este municipio español de La Palma bajo metros de colada de lava. Joselyn Cabrera, que vivía ahí con su familia, notó el primer temblor ese 19 de septiembre a las seis de la mañana, pero no fue hasta las tres y diez de la tarde cuando estalló todo.
La joven de 26 años, embarazada de dos meses, se encontraba en el jardín cuando escuchó el ruido atronador. “Temí por mi vida. Grité a mis padres, entré en casa a llamar a mi pareja, cogimos el perro, nos montamos en el coche y nos fuimos de ahí”, cuenta.
El volcán se encontraba a medio kilómetro de su casa. Nada más reventó, la zona se llenó de policía y empezó el caos. Todo el mundo gritando. La gente que bajaba con sus coches por la carretera pitaba para que los vecinos saliesen de sus casas y huyesen. Incluso dos vecinos tuvieron que coger en brazos a un familiar con movilidad reducida para poder sacarlo de ahí.
A Joselyn no le dio tiempo a recoger nada, todos sus recuerdos quedaron sepultados, ni siquiera pudo llevarse el resto de sus animales con ella. “Me fui con lo puesto, el perro y el coche. Con lo cual, al día siguiente no pude ni cambiarme de ropa. Cuando arrancamos a toda prisa pensaba que era el fin porque estábamos cerquísima del volcán”, asegura.
Por suerte, su suegra pudo acogerlos en casa, donde todavía siguen viviendo a día de hoy. Los padres de Joselyn tuvieron que buscar un lugar donde quedarse y, al final, lograron que un conocido les prestase un piso. Sin embargo, por muy dura que fuese la erupción, lo peor para esta pequeña familia vino después.
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AndreaB. – Asistente Web Digital
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