La pelea, saldada con tres heridos, se inició cuando uno de los arrestados realizó tocamientos a una mujer dentro del local
Los gritos, las peleas y el desbarre habitual de un ‘after’ clandestino siguen tronando en el número 73 de la calle de Ocaña, donde ayer, minutos antes de las 10 de la mañana, los vecinos del enclave volvieron a despertarse con otra desagradable reyerta. Según denuncian, los implicados se liaron a golpes a las puertas de la La Canteen 73, un bar-restaurante que los fines de semana hace las veces de ‘coche escoba’ para el público latino que no quiere acabar la fiesta. Ante tal embestida, fue necesaria la presencia de numerosas unidades de la Policía Nacional (y de la Municipal), que lograron contener la bronca y separar a las partes enfrentadas.
Una actuación no exenta de dificultades, debido a que varios de los participantes arremetieron contra los agentes en el momento de ser abordados. Siete hombres y una mujer (todos peruanos salvo uno de origen ecuatoriano, y de entre 22 y 38 años) fueron detenidos acusados de riña tumultuaria. A cuatro de ellos se les imputan, además, delitos de robo con violencia y atentado contra la autoridad. Al parecer, la refriega se inició después de que un hombre realizase tocamientos a la única mujer arrestada, por lo que al presunto autor, que también está entre los encartados, se le ha acusado de agresión sexual.
En paralelo, los facultativos de Samur-Protección Civil atendieron a dos personas por contusiones menores, sin que ninguno de ellos precisara finalmente de traslado hospitalario. Un tercer herido se negó a recibir asistencia médica. Como ya denunció ABC en diciembre, el local de Ocaña (en el barrio de Aluche) se ha convertido en un foco de conflictos desde que los actuales encargados lo reabrieran el verano pasado.
En septiembre, los residentes fueron testigos de cómo un taxista acabó encerrado en su coche para repeler una agresión. «Acercó a una mujer hasta aquí y al ver que no le pagaba entró al bar a buscarla», recordaba un matrimonio, hartos de observar una y otra vez la misma película. «La chica le dijo al conductor que no tenía dinero y que iba dentro a cogerlo, pero en lugar de eso salieron varias personas a por él». Al igual que ayer, la Policía también se vio obligada a intervenir.
Entre tanto, la bronca más fuerte llegó a finales de noviembre, cuando a eso de las nueve de la mañana un hombre fue pateado en la calle hasta quedar inconsciente. «Nos asomamos a la terraza y vimos cómo le pegaban en la cabeza, cuando ya estaba en el suelo», reconstruía entonces un morador. Hasta ocho patrullas se presentaron en el establecimiento para apaciguar los ánimos y llevarse detenido al agresor, un sujeto de origen latinoamericano que iba indocumentado. La víctima, de 36 años, sufrió un traumatismo craneoencefálico moderado y una herida ocular, lo que motivó su traslado al hospital Doce de Octubre con pronóstico potencialmente grave.
Días después, el propio responsable del bar reconocía a este diario que los agentes acuden con frecuencia a su negocio. «Vienen, les mostramos la documentación, ven que todo está en regla y se marchan», sostenía, sin importarle los problemas generados de su actividad. El horario se extiende «desde las seis de la mañana hasta las once y media de la noche», el mismo que tienen establecido en la licencia. Una horquilla aprovechada para sortear, al menos hasta ahora, la normativa municipal.
De los documentos del programa municipal Conex (consulta de licencias y expedientes urbanísticos), se desprende que la Agencia de Actividades concedió en 2012 la modificación de la licencia del local de bar a bar-restaurante, en un espacio dividido en dos plantas, la baja y el sótano, de hasta 146 metros cuadrados. Un piso, este último, donde algunos vecinos creen que los juerguistas continúan la fiesta hasta bien entrada la mañana.
«Aquí todo es transparente, si los vecinos quieren pueden venir y les mostramos tranquilamente. ¿Que hay problemas en la calle? Y en dónde no hay problemas. Nosotros solo podemos asegurar lo que pasa dentro. Y dentro nunca ha pasado nada», aseguraba el empresario, impasible a una tortura vecinal que no cesa.
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Carmen Moreno. – Asistente Web Digital