Los jugadores del CEAR Madrid encuentran en el conjunto su principal medio de socialización e integración, además de un deporte que les ayuda a desconectar de las duras experiencias por las que pasan o han pasado.
Un equipo de fútbol que se ha convertido en un hogar y en una familia. Unos jugadores con muchos sueños y objetivos por cumplir. Una dirección que no busca sólo méritos futbolísticos, sino ofrecer un lugar de integración con el que romper prejuicios y luchar contra la xenofobia y el racismo. Así es el equipo de fútbol CEAR Madrid, un club creado por la Comisión Española de Ayuda al Refugiado con el apoyo de JD Sprinter, en el que participan jóvenes de entre 17 y 26 años –de hasta 15 nacionalidades diferentes– en la liga de fútbol 7 de Carabanchel.
Detrás de cada jugador hay una historia dura. La inmigración nunca es un camino fácil, mucho menos para aquellos que, para llegar a España, han tenido que subirse a una patera y cruzar el océano Atlántico. Ese es el caso del capitán del equipo, Destiny, de 21 años, que huyó de Nigeria porque su vida «estaba en riesgo», según explica. En febrero de 2023 llegó a Canarias, después de atravesar Níger, Argelia y Marruecos. Recuerda esa travesía como una de sus «experiencias más duras». «El viaje en patera fue horrible, he visto a gente morir, vives todo lo malo del mar», explica.
En 2023, al menos 11 personas murieron de media cada día en el mar intentando llegar a Europa y, casi cuatro, rumbo a España, según Missing Migrants un proyecto de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM). Entre las muertes hubo al menos 154 niños y niñas.
En el caso de Destiny, él llegó solo a España, pasó las primeras semanas en Fuerteventura y Tenerife, pero desde hace un año vive en Madrid en un piso de acogida gestionado por CEAR. Siente que ahora que ha llegado a un «país mejor» podrá hacer realidad su deseo desde que era pequeño: «Poder montar mi propio restaurante, es lo que siempre he querido desde niño. Aquí estoy estudiando un curso de ayudante de cocina y sacando la ESO», cuenta el jugador, que combina sus estudios con su trabajo como repartidor.
«Me ha dado mucha pena dejar mi país y a mi familia. He tenido que irme para construir un futuro en un lugar seguro, poder tener una vida normal», remarca. El joven solicitante de asilo sabe que queda un largo proceso por delante: el año pasado más de 163.000 personas solicitaron asilo en España, pero solo se reconoció a 12 de cada 100, un 4,5% menos que en 2022, según los datos de CEAR.
Mahamadou se ha enfrentado a la dura realidad de la denegación del asilo, por lo que ya no puede acceder a las ayudas de CEAR. Este joven de 19 años llegó desde Gambia hace un año y medio, con el objetivo de ahorrar dinero para enviárselo a su hermana que tiene cáncer. «He estado con CEAR durante seis meses, pero ahora ya no puedo formar parte porque me denegaron la solicitud y ya no estoy en el sistema de acogida, aunque por suerte el equipo me permite seguir jugando aquí», explica.
«El club es mi alegría ahora mismo, no es solo un equipo de fútbol, es una familia. David y Raúl -los entrenadores- son como nuestros padres para los que estamos solos en España. Estoy muy contento por formar parte de esto, desde el principio son las primeras personas que he conocido en Madrid», subraya el jugador, quien desde hace 10 meses trabaja como fontanero en la capital. «Mi situación aquí cada vez es más complicada, pero debo seguir luchando por mi hermana y mi familia«, manifiesta emocionado.
Desconectar de sus realidades
Los jugadores han encontrado en el equipo un abrigo y una familia, han creado una red de amistades única. Muchos de ellos, al llegar solos, sin familiares, encuentran en el equipo su principal medio de socialización e integración, además de un deporte que les ayuda a desconectar de las duras experiencias por las que pasan o han pasado.
David Gómez, educador social y entrenador del CEAR Madrid, considera que el equipo se ha convertido en un «espacio donde los chicos pueden salir de sus rutinas, tener tiempo para compartir, conocer y convivir con otros. Es muy importante tener un lugar donde distraerse y salir un poco de las realidades, a veces un poco crudas, que les toca vivir». «El fútbol es para nosotros una manera de desconectar y no pensar en las causas que nos llevaron a salir del país. Es un momento para ser feliz y pasarlo bien. Es una gran oportunidad para nosotros», asegura Destiny.
La unión entre compañeros es tal que Destiny llegó a aprender lengua de signos para comunicarse con otro jugador del equipo que es sordo. «Quería poder hablar con él para integrarlo y que no se sintiese excluido del grupo», explica. Su tío en Nigeria también es sordo, por lo que él conocía la lengua de signos, pero en idioma pidgin. «La lengua de signos cambia según cada idioma, así que ahora he aprendido en inglés y español para ayudar a mi compañero», señala.
El equipo también tuvo que hacer frente a la barrera lingüística. «Al principio nos resultaba complicado comunicarnos debido a la diversidad de países de los que venimos y los diferentes idiomas, pero al final nos fuimos conociendo y logramos entendernos. Nos apoyamos mucho y hemos ido ayudándonos mutuamente», explica Brandon (20 años), quien llegó junto a su familia desde El Salvador, hace poco más de un año. «Es muy cómodo estar con compañeros así, con los que uno siente confianza para expresarse, y que sabes que son un apoyo cuando los necesitas», remarca.
A Amin (nombre ficticio a petición del entrevistado), sudanés de 21 años, le viene una palabra a la mente para hablar del equipo: «Amistad«. «Sé que serán amigos para toda la vida. Pasamos unos viernes y sábados fenomenales –día de entrenamiento y de partido, respectivamente–, siempre espero esos dos días con ansias para poder verlos a todos y jugar al fútbol, que es lo que más me gusta», asegura.
Además de la labor social, el equipo ha cosechado buenos resultados en la liga de Carabanchel, al quedar en quinto lugar. Una posición que les ha permitido participar en una segunda fase de la competición, en la que los cinco primeros equipos de la tabla se enfrentan entre ellos en una especie de liguilla.
«El deporte es un idioma internacional, no hay ningún país en el que no se entienda el fútbol, es una manera de ser familia todos los compañeros, los entrenadores y también los fans que vienen a vernos. En cada partido se forma un ambiente espectacular», comenta Amin.
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Carmen Moreno. – Asistente Web Digital