Madrid compra un desconocido retrato de los hijos de los duques de Osuna para el futuro museo del Capricho

Cultura adquiere la obra de 1799 por 50.000 euros. Perteneció a sus descendientes hasta que se subastó en 1896

En España a finales del siglo XVIII los retratos familiares no eran tan frecuentes como en Francia o Inglaterra, salvo para la monarquía, y menos aún los infantiles en escenarios naturales. Los abundantes cuadros que los IX duques de Osuna encargaron para que quedasen inmortalizados sus hijos son la prueba del influjo que tuvieron en ellos las corrientes europeas, pero también de la alcurnia y el orgullo familiar con el que perseguían, además, preparar matrimonios ventajosos para los jóvenes vástagos. Para documentar todo ello en el futuro museo que albergará el palacio del Capricho, el Ayuntamiento de Madrid ha adquirido una obra bastante desconocida de este clan, que muestra esta faceta poco habitual en aquel contexto.

Goya. Retrato de los duques de Osuna y sus hijos. Hacia 1788
Retrato de los duques de Osuna y sus hijos
Hacia 1788

Cuando la familia Osuna se arruinó definitivamente y hubo que realizar la subasta de sus bienes en 1896, el presente lienzo, en poder de los descendientes de los retratados fue puesto en venta. Antes de que la subasta tuviera lugar, fue retirado por los organizadores y ofrecido el Ministerio de Fomento, que lo aceptó en 1897, destinándolo al Museo del Prado.

Goya muestra aquí un agradable grupo familiar, fechable en 1788, en el que estudia los caracteres personales de los padres y no desdeña a los niños en absoluto, cuyas expresiones infantiles capta con el acierto y gracia adecuados a su edad, revelándose con esta obra como uno de los mejores intérpretes del género, tal y como se ve a lo largo de toda su ejecutoria. La composición piramidal integra a las figuras en un agrupamiento coherente y centra la atención sobre ellas, al prescindir de los objetos propios de una estancia, y recortar a los personajes sobre un fondo neutro. Los ojos se destacan fuertemente sobre rostros de rasgos ligeramente abocetados. Goya, que fue protegido por las familias Osuna y Alba, trata aquí a sus protectores con simpatía y familiaridad, sin excluir la penetración que se advierte en el rostro de la duquesa, culta y atractiva, inteligente y refinada, aunque no hermosa. La gama del color que se despliega en todo el lienzo es de sutil delicadeza, resaltando la paleta fría con dominante de grises plateados.

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Valeria T. – Asistente Web Digital

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