En la madrugada del 9 de junio de 1933, Aurora Rodríguez Carballeira se despertó en su residencia en Madrid, se bañó, se vistió y mandó a su empleada a pasear a los perros. Acto seguido, asesinó a su hija.
Le disparó a bocajarro mientras ella dormía, tres veces en la cara y una en el pecho.
Calmadamente, fue a donde su amigo y abogado José Botella Asensi.
“Vengo a decirle que he matado a mi hija, para que no piense que estoy loca y me diga lo que tengo que hacer”, le confesó, y le relató todos los pormenores, sin aportar un solo detalle que la exculpara. En ningún momento eludió su responsabilidad.
El asesinato conmocionó a España, y no sólo por “la carencia de causas lógicas -si la lógica puede caber en un parricidio-“, como diría el diario La Tierra.
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AndreaB. – Administrador Web Digital
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