“Irse a la cama muy tarde es mala idea, pero hay varios factores que influyen en un buen descanso (y no son necesariamente la hora)”. Dra. Celia García Malo.
Cuando nos planteamos cambiar -y mejorar- nuestras rutinas diarias, hay varios lugares comunes en los que normalmente queremos trabajar, como llevar una alimentación equilibrada, practicar deporte de forma habitual o irnos a dormir a una hora ‘decente’ (entendiendo por decente aquella que sea, al menos, antes de las doce de la noche). Efectivamente, meterse pronto en la cama siempre está visto como un hábito muy saludable -y no estamos diciendo que no lo sea-, pero eso hace que nos preguntemos si realmente hay una hora concreta que sea más recomendable o si, por el contrario, también tendríamos que tener en cuenta el ritmo de vida de la persona en cuestión.
“Generalmente la hora a la que nos vamos a dormir viene marcada por la luz que percibimos”, explica la doctora Celia García Malo, neuróloga especialista en sueño del Instituto del Sueño y miembro de Top Doctors. “Desde que la luz eléctrica llegó a nuestras vidas, nuestro ritmo circadiano se vio alterado. Por eso, es recomendable tratar de evitar fuentes directas e intensas de luz las dos últimas horas antes de ir a dormir. En personas sanas, sin otros problemas derivados de horarios de trabajo, la hora de irse a dormir suele estar entre las 22.00 y las 00.00h“, apunta. No obstante, explica que no debemos entender este horario de forma categórica, pues “esta hora puede variar, por ejemplo, si tenemos turno de tarde en el trabajo, ya que generalmente la hora de irse a dormir se verá retrasada. Por otro lado, en ciertas edades como la adolescencia también se tiende a retrasar el momento de irse a dormir, un trastorno conocido como retraso de fase”.
Por lo tanto, la especialista señala que lo importante no es tanto cuándo te vas a la cama, sino cuántas horas en total vas a poder dormir. “Si podemos mantener un buen sueño y dormir un número suficiente de horas, no existe mayor problema. En cambio, si a la mañana siguiente debemos madrugar, es una causa de privación crónica de sueño, ya que todos los días estaríamos durmiendo un menor número de horas del que sería necesario”, algo que, tal como dice la experta, no sólo puede provocar un mayor cansancio, sino también un peor estado de animo, irritabilidad y un nivel menor de productividad. Pero, eso sí, lo verdaderamente esencial es que ese horario de sueño sea parte de nuestra rutina, pues, tal como señala la neuróloga, irnos tarde a dormir no será perjudicial “siempre que podamos mantener un ritmo lo más estable posible“, mientras que, si por ejemplo sólo podemos compensar las horas perdidas al acostarnos tarde durante el fin de semana, “puede ser perjudicial, ya que fomentará que el domingo por la noche de nuevo no podamos conciliar el sueño a una hora prudente, empezando la semana de la peor manera posible”, apunta.
“Existen variantes de la normalidad en cuanto a ritmos circadianos, son conocidos como patrón búho (retraso de fase) y patrón alondra (adelanto de fase)”, explica la doctora. “En ambos casos, ambos patrones son aceptables siempre que las horas de sueño sean suficientes y la calidad de las mismas también“, por lo tanto, sólo deberíamos preocuparnos “si el sueño supone un problema, tanto para la conciliación con horarios laborales como sociales, entonces deberemos pensar en consultar con un especialista para modificar esta tendencia”.

La doctora también señala que no deberíamos obsesionarnos con la hora a la que nos vamos a dormir, pues por mucho que nos esforcemos en acostarnos pronto, incluso podría ser contraproducente. “Lo más importante es que cuando vayamos a la cama tengamos ya sueño y estemos en condiciones de comenzar a dormir cuanto antes. Si, por el contrario, nos ‘obligamos’ a meternos en la cama a las 21.00h cuando aun no tenemos sueño, podemos tener problemas para iniciar el sueño, ya que pasar tiempo despierto en la cama esperando a dormirnos nos activa mentalmente y a menudo hace que nos pongamos nerviosos”. De hecho, aunque nuestras intenciones sean buenas cuando tratamos de irnos a la cama pronto, la neuróloga explica que “si lo hacemos sin tener sueño, sino simplemente ‘por descansar’, estaremos empeorando sobremanera nuestro sueño posterior. En cambio, si lo hacemos de acuerdo a lo que nos pide nuestro reloj biológico, estaremos favoreciendo un buen sueño“.
Proporcionado por Ana Gándara de vogue.es la noticia completa aquí
Valeria B. – Asistente Web Digital