El Oscar a la mejor película «Shakespeare in Love»

Cuando el actor Harrison Ford salió al escenario para presentar el último galardón de la noche de los Oscar de 1999, muchos en la audiencia pensaron que verían una repetición del momento, cinco años antes, cuando Ford anunció a Schindler’s List (La lista de Schindler) como la ganadora de la mejor película, y encantado le entregó la estatuilla a su amigo y antiguo colaborador, Steven Spielberg.

Todo parecía listo para que Spielberg recibiera su segundo galardón a la mejor película, en esta ocasión por su épica historia Saving Private Ryan (Rescatando al soldado Ryan).

La cinta, afamada por su secuencia inicial de 24 minutos que muestra la incursión de las tropas aliadas en las playas de Normandía, había sido ampliamente elogiada por la crítica como una obra maestra. Unos momentos antes, Spielberg había recibido el galardón a la mejor dirección, una señal de que el premio a la mejor película también lo tenía garantizado.

En cambio, Ford abrió el sobre y dijo tres palabras que el público no esperaba… “Shakespeare in Love”. Las cámaras inmediatamente cortaron a las caras sorprendidas del equipo realizador de esa película, incluyendo su estrella Gwyneth Paltrow, que esa noche ya había ganado el Oscar a la mejor actriz.

Hubo gritos de emoción, fuertes abrazos y puños al aire. Y nadie se veía más feliz que Harvey Weinstein, otrora jefe de Miramax, el estudio responsable de Shakespeare in Love. En otras partes de la audiencia había shock y confusión.

Esta victoria ha llegado a considerarse como una de las más polémicas en la historia de los Oscar, no solo por el sorpresivo resultado, sino también por la campaña de promoción del filme previa que el estudio de Weinstein realizó y que cambió el panorama de los premios cinematográficos para siempre.

En retrospectiva, es difícil separar ese momento de lo que ahora sabemos de Harvey Weinstein y su horrible catálogo de violaciones y asaltos sexuales. No cabe duda de que en esa época había gente en el auditorio que estaba al tanto del comportamiento de Weinstein, aunque tal vez no de su alcance. Paltrow, que más tarde sería una fuente vital para destapar a Weinstein, fue acosada por él sexualmente a los 22 años.

Sin embargo, en 1999, públicamente al menos, la reputación de Weinstein era más la de un notorio intimidador, alguien que no daba tregua para lograr lo que quería. Y en los años 90 lo que quería eran premios Oscar.

Las campañas para ganar los Oscar no eran nada nuevo, los estudios siempre se han esforzado promocionando a sus películas y sus estrellas durante la temporada de los premios cinematográficos, con la esperanza de cimentarlos en las mentes de los que votan por los Oscar. En 1930, antes de la que fue tan solo la segunda edición de la ceremonia, la bien relacionada actriz Mary Pickford invitó al comité de votación a tomar el té, lo que le ayudó a hacerse a una estatuilla.

En la década de los 1990, sin embargo, Weinstein lo llevó a otro nivel. “Transformó la campaña de los Oscar en algo más parecido a un deporte sangriento”, cuenta a BBC Culture Michael Schulman, autor de Oscar Wars: A History of Hollywood in Gold, Sweat and Tears («Guerras de los Oscar: una historia de Hollywood en oro, sudor y lágrimas»).

“Desde su perspectiva y de la perspectiva de quienes trabajaban para él en Miramax, tenían que hacer campaña para los Oscar porque era los desfavorecidos. Eran la compañía independiente que producía las cintas provocadoras como The Crying Game («Juego de lágrimas») y Pulp Fiction («Tiempos violentos»)”.

En el libro de Peter Biskind de 2004, Down and Dirty Pictures, Weinstein dijo: “En esos días, los estudios controlaban los Oscar, porque ninguno de los independientes hacían campañas agresivas. Lo único que hicimos para cambiar las reglas, en lugar de quedarnos sentados y que nos ganaran porque alguien tenía más plata, más poder, más influencia, fue realizar una campaña tipo guerrilla”.

Weinstein dirigía las campañas para los premios como si fueran políticas. “Una campaña política tiene dos partes”, dice Schulman. “Está el mensaje y está la acción en el terreno. Y en los 90, Weinstein conducía ambas muy bien”. Crear una narrativa en torno a una película o un actor era parte de la estrategia.

Para My Left Foot («Mi pie izquierdo»), el primer gran esfuerzo de Weinstein para lograr un Oscar, Daniel Day Lewis -que ganó como mejor actor- hizo una aparición en Washington en apoyo a la Ley para Estadounidenses con Discapacidades, y Miramax organizó una presentación de la película para los miembros de la Cámara de Representantes y el Senado.

Para la parte sobre el terreno de la campaña, Miramax no obvió un solo voto, llamando a los miembros de la Academia de Hollywood para verificar que habían recibido una copia en VHS de la película, organizando proyecciones especiales, incluyendo una en un hogar para votantes jubilados, y llevando a sus actores a almuerzos, grupos de discusión y fiestas para que se codearan con los votantes.

Proporcionado por bbc.com – La noticia completa aquí
Carmen Moreno. – Asistente Web Digital

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