Como no es difícil imaginar, la del árbol de Navidad no es una tradición autóctona española. Su origen geográfico radica en el norte de Europa, y puede rastrearse mucho antes de la cristianización. En invierno, para celebrar el nacimiento del dios Frey, los pueblos escandinavos decoraban un árbol de hoja perenne.
Luego, el cristianismo adoptó la costumbre para el folclore navideño, aunque es difícil determinar cuándo. A falta de una cronología precisa, lo único seguro es que en algunas regiones de la Alemania del siglo XVI ya se hacía. Por tanto, los historiadores creen que la versión actual de esta práctica podría ser de origen protestante. Entonces, ¿cómo llegó a España? Eso sí se conoce bien.
La introdujo Sofía Troubetzkoy (1838-1898), una princesa rusa de la que se puede decir que era toda una celebridad en el Madrid del siglo XIX. Era guapa, elegante, sofisticada, inteligente y, casada con José Osorio y Silva, poderoso marqués de Alcañices, también una de las damas más influyentes de la alta sociedad madrileña.
Una mujer, en fin, que marcaba tendencia. Si Sofía Troubetzkoy usaba mantilla, se ponía de moda la mantilla; si lucía un determinado tocado, quienes podían se apresuraban a hacer lo mismo; y en cuanto plantó un abeto decorado en su palacio de Madrid (donde hoy está el Banco de España), inauguró una tradición.
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AndreaB. – Asistente Web Digital
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